Según la doctora María Jesús Cancelo Hidalgo, vicepresidenta de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), casi todas las alteraciones que experimenta la vagina están relacionadas con los estrógenos, unas hormonas que producen los ovarios. Por ejemplo, el epitelio de la vagina son unas células que responden a esas hormonas y su función es la de dar protección frente a algunas enfermedades.
Aunque no todos los cambios están determinados por los estrógenos. Los lactobacilos también juegan un papel importante, pues son microorganismos claves frente a las infecciones: regulan el pH, la acidez propia de la vagina, que varía según las edades y es uno de los mecanismos defensivos fundamentales.
Lo que hay que vigilar es que se mantenga un pH adecuado, para evitar que aparezcan episodios de hongos y vaginitis bacteriana, que pueden provocar cambios en el flujo vaginal. El parto vaginal no tiene por qué modificar la salud de la vagina, pero sí que es cierto que, durante el embarazo, hay una mayor congestión de los tejidos, una tasa más elevada de hormonas y que muchas mujeres manifiestan un aumento de secreción vaginal.
Otra cuestión es la pérdida de sensibilidad. En la etapa adulta, la mujer sufre un cambio en su zona vaginal y en su suelo pélvico, sobre todo en el momento del embarazo, el parto o tras una episiotomía (corte de tipo quirúrgico que se realiza en el momento del parto). Tras el parto vaginal, la zona queda mucho más laxa, que se percibe en las relaciones sexuales, pues la mujer y su pareja pueden sentir menos fricción durante la penetración.
Nos queda claro que la vagina sufre distintos cambios con la edad y en algunas etapas aparecen ciertos síntomas que también pueden llegar a dificultar la actividad sexual, tanto si eres joven y tienes alguna infección de hongos, como si has sido madre y te duele la episiotomía , o si llegas a la etapa más madura y padeces sequedad. De ahí la importancia de tratar a tiempo estas molestias.